El término bacteriemia se refiere a la presencia de bacterias en la sangre, detectables mediante el método de cultivos. Aunque la bacteriemia puede ocurrir de manera leve y transitoria después de actividades inocuas, como al cepillarnos los dientes, también puede aparecer de manera continua o intermitente asociada a un proceso infeccioso. Esto conlleva al padecimiento de síntomas tales como fiebre y escalofríos. Cuando se asocia a un cuadro de sepsis (respuesta exagerada del sistema inmune) también podría llevar a alteración de la consciencia o inestabilidad cardiovascular.
¿De donde provienen las bacterias detectadas en la sangre?
Cualquier infección puede ser el origen de un episodio de bacteriemia. En la práctica están asociados a infecciones de los riñones, huesos, pulmones, piel y tejido blando, órganos intra abdominales, etc. Hay que notar, que la bacteriemia, en la mayoría de los casos, implica una infección más severa, al punto de aumentar la probabilidad de complicaciones, según la insidencia en el tipo de bacteria. Entre ellas, se encuentra la infección de otros órganos a distancia, el desarrollo de un cuadro de sepsis severo o incluso un shock séptico.
Al detectar un proceso de bacteriemia, si el foco infeccioso no ha sido establecido, lo más importante es determinar en cuál órgano o estructura del cuerpo se origina la infección. Si se detecta la presencia de un absceso (colección de pus), en la mayoría de los casos, debe llevarse a cabo un proceso de drenaje.
El tratamiento con antibióticos generalmente se lleva a cabo por la vía endovenosa y dependerá del tipo de bacteria y del órgano infectado, su duración, cual va desde 7 días hasta 8 semanas.